viernes, 1 de febrero de 2008

El Evangelio según Casadey. Capítulo Segundo. Por Cristian Claudio Casadey Jarai.

En su largo camino en la búsqueda de la sabiduría, Casadey conoció a un personaje heteróclito, muy particular, llamado Gabriel, lo que comunmente se denomina curandero. Era un individuo bajo de estatura, regordete, de piel oscura y de marcados rasgos indígenas. Vivía en una zona marginal en donde desarrollaba sus artes mágicas curando las dolencias de su abandonada comunidad. Poseía una casa muy precaria en la que además funcionaba su "templo", su "santuario", como lo llamaba Gabriel.



En un principio Gabriel y Casadey se llevaron bien. Dentro del espíritu de esa extraña mezcla de religiones y creencias Casadey era un ser puro, un neófito, al que Gabriel con su amplio lenguaje iniciático lo llevaba de su mano a recorrer el sendero en busca de Dios. Gabriel consideraba a Jesús como su Maestro y repetía sin cesar: - "Debemos tan sólo buscar el Reino de Dios y su Justicia, lo demás nos será dado por añadidura".



Casadey descubrió que son dos humanidades las que comparten el señorío del mundo, el hombre objetivo y el hombre subjetivo, cuerpo y alma, el gran drama que se representa en el universo mediante la lucha y el equilibrio de dos fuerzas: la positiva y la negativa, el bien y el mal.



Pero no todo lo que brilla es oro. En apariencia, Gabriel era un hombre santo, mas guardaba celosamente oscuros secretos. Sus prácticas no eran precisamente del todo espirituales. Movido por las necesidades terrenales y la falta de trabajo, Gabriel se dedicaba a trabajos esporádicos en cualquier cosa que consiguiese; desde labores de albañil hasta actividades en el mundo de la farándula como astrólogo. En ocasiones, sus instintos más perversos afloraban en su piel. Como la ignorancia, fruto de la miseria que asolaba a su barrio, Gabriel convencía a muchas jóvenes madres solteras de dejarles a sus niñas enfermas para sanarlas. Las enfermedades las atribuía a las influencias de seres del bajo astral, espíritus de mal vivir que se dedican a causar males entre los de este mundo. Según Gabriel estos entes de la adimensión podían apoderarse de las almas infantiles e inexpertas. La única solución era el exorcismo. Las madres dejaban a sus niñas con Gabriel quien les suministraba la mayoría de las veces algunas aspirinas junto con somníferos para "exorcizar sexualmente" a sus víctimas.

Una noche, Casadey se levantó de su cama sobresaltado. Presentía algo malo. Las pesadillas le habían quitado el sueño. En silencio se vistió y salió de su casa sin despertar a nadie rumbo al santuario de su maestro. Aunque no eran comunes esas visitas de Casadey al templo de Gabriel a veces el pseudo gurú recibía gustoso al inocente discípulo a cambio de algunas dádivas.

El camino a pesar de ser algo peligroso de noche no era largo. El clima estaba fresco y húmedo, cosa que disgustaba a Casadey lo cual lo ponía más nervioso e irritable que de costumbre. Las calles de tierra próximas a la vivienda de Gabriel eran cada vez más oscuras y siniestras, potenciado esto por extraños sonidos nocturnos y el aullido de los perros. Casadey se paró en frente de la pobre construcción y escuchaba los jadeos de Gabriel. Exaltado, Casadey abrió la puerta de una certera patada encontrando en la mugrosa habitación al chamán abusando de una pequeña niña semidormida. El estupor de Casadey fue indescriptible. Un millón de imágenes contradictorias pasaron por su mente, otro millón de sentimientos encontrados desfilaron por su corazón. Aprovechando la parálisis de Casadey Gabriel se dio a la fuga.

Casadey se alejó lentamente de la repugnante escena. Volvió a su morada y se cortó las muñecas en el baño. Su padre se le apareció de repente llorando sangre. Entonces Casadey reaccionó y curándose sus heridas resolvió abandonar esa vida de preocupaciones materiales.

Al día siguiente se despidió de su familia alegando que debía ausentarse por un tiempo debido a unos negocios que tenía que atender en otro pueblo.

Así, Casadey empezaría su nueva vida, su purificación interior.

Fin del capítulo segundo.