lunes, 7 de enero de 2008

Plaza San Martín, por Cristian Claudio Casadey Jarai

Las tardes de los sábados del verano del '97 transcurrían alegremente en la Plaza San Martín. El lugar de reunión de los amigos era bajo el mal llamado ombú , en realidad un imponente gomero indio. Sus verdes hojas protegían a los presentes de las inclemencias del salvaje sol de diciembre. Los primeros personajes solían llegar después del mediodía. Fanáticos y frikis de todas las clases se daban cita todos los fines de semana en el apacible lugar para intercambiar material e impresiones propias de la vida del inadaptado social. Gente de diferentes edades, lugares y condiciones conformaban la heteróclita fauna humana que se juntaba a la sombra del noble árbol. Seguidores de míticas series de TV, fanáticos de cantantes, coleccionistas de animé y otras rarezas peleaban por su lugar entre los demás. No faltaba quien solo fuera con ánimos de lucro para vender algún producto de difícil acceso en aquellos tiempos cuando lo digital e internet solo eran excepciones para ricos en el mundo cotidiano. También pululaban los depravados y los ladronzuelos, siempre a la caza de menores de edad los primeros y de algún distraído los segundos. La envidia de lo ajeno era moneda corriente en ese ambiente enfermo.
Por aquellos tiempos la forma habitual de piratería consistía en la copia de videos VHS y cintas de audio, generalmente de un pseudo original alquilado en el sucio barrio chino de Belgrano, lugar macabro y escenario de varios crímenes entre la comunidad oriental. La fiebre por la pavada duró algunos años más hasta que el mercado fue inundado de material y el acceso a la gran red feu más económico. Poco a poco el ocaso de aquellos años locos tapó por completo las raras historias de la plaza san martin, más famosa en otras épocas por sus fans clubs que por sus monumentos y granaderos.